El pasado viernes 5 de abril se celebró la primera jornada con artistas y sindicalistas del sector musical. Este evento fue organizado por CGT Metal Madrid, CGT S.O.V. Henares y CGT Gráficas Madrid y participaron Fernando Navarro, autor de «Algo que sirva de luz» sobre el grupo Supersubmarina, la cantante Suilma Aali y Gabriel Szternsztejn, coordinador de músicos de teatro musical.
I JORNADA CON ARTISTAS Y SINDICALISTAS DEL SECTOR MUSICAL
¿Hasta cuándo vas a pagar por tocar? ¿Quién te representa?
Se puede recorrer la península ibérica sin tocar el suelo saltando de festival en festival de música. Pero por desgracia, tenemos una industria de la música en directo donde las salas -que deberían ser alternativas a festivales esponsorizados y subvencionados- cobran por sistema a las bandas por tocar, en vez de contratarlas con condiciones dignas. Y, finalmente, para redondear este escenario precario y explotador, hay un convenio para el sector musical -salas y festivales- que se diseñó para tablaos flamencos, que rara vez se aplica fuera de esos espacios y que no es firmado por ningún sindicato del sector musical.
Al calor del Estatuto del Artista se creó el Contrato Laboral Artístico, que engloba tanto a intérpretes como a personal técnico. Pero a pesar de la legalidad, la realidad del sector musical va por otro lado. A diferencia de lo que ocurre en sectores próximos como las artes escénicas, la laboralidad brilla por su ausencia en el sector musical. Y cuando existe, es en forma de un Convenio Colectivo de Sector de Danza, Circo, Variedades y Folklore, como sucede en los musicales en directo. Un convenio arcaico que firman sólo UGT y una patronal de dudosa legitimidad. Artistas de salas y festivales, los que trabajan en musicales y músicos que acompañan artistas o trabajan en eventos de distinto tipo, comparten el tener convenios que no se ajustan a la realidad y firmados por sindicatos y patronales de dudosa legitimidad o no estar amparados por ningún tipo de regulación. Debido al antes aludido alquiler de salas las bandas se ven obligadas a pagar por tocar. Y en las raras ocasiones que son contratadas, hay sorpresa. Por sistema se les exige factura incluso desde Ayuntamientos supuestamente de izquierdas, aunque no estén en el RETA. El convertir por sistema a artistas, músicos y bandas en falsos autónomos tiene consecuencias graves.
Si por desgracia se produce un accidente in itinere -como el conocido de la banda Supersubmarina- y hay relación mercantil (presentar factura) y no laboral (firmar un contrato) el artista o la banda no tendría ningún tipo de cobertura.
¿No hay alternativas a esta triste realidad? Pues sí que las hay. Por ejemplo, en el mítico programa de radio Carne Cruda en 2018, enviaron a todas las bandas participantes en un festival organizado por ellos un documento informativo. Ahí se explicaba la posibilidad de elegir la modalidad de contratación (laboral o mercantil) y, por supuesto, dejaba claro que iba a haber alta en el Régimen Especial de Artistas, otro gran desconocido en el sector musical junto al Convenio y el Contrato Laboral Artístico. Pero hay más, no hablamos sólo de un festival puntual. En Barcelona existe Paral·lel 62, una sala cedida por el Ayuntamiento a varias cooperativas. Es un local de música en vivo que contrata a artistas y personal técnico bajo el Contrato Laboral Artístico. Y que pone su infraestructura al servicio de asociaciones y vecinos del barrio.
Artistas y bandas tienen que empezar a conocer y reivindicar sus derechos. Y a la vez hay que fomentar prácticas como las de Carne Cruda o Paral.lel 62, que demuestran que no hablamos de algo teórico, hablamos de buenas prácticas concretas y que se ajustan a la legalidad, en el contexto del Estatuto del Artista, muy aplicado en teatros pero sistemáticamente ignorado en festivales y salas. Y lograr que en los musicales haya por fin un convenio que refleje la realidad y que sea firmado por sindicatos y patronales verdaderamente representativas. Y que para salas y festivales se supere por fin un convenio que insistimos, se creó para tablaos flamencos, con todo lo que ello implica. En tiempo de realities, inteligencia artificial y músicas/os canceladas/os por denunciar la masacre en Gaza es hora de organizarse. Y poder plantar cara a una industria que lleva décadas sin ningún tipo de respuesta. Al no haber lucha de clases en este sector la precariedad es hegemónica y adopta mil formas: tocar gratis (perdiendo dinero) en festivales a cambio de “visibilidad”, tener que alquilar salas en condiciones cada vez más abusivas o festivales donde se dan situaciones precarias. Como decían Rage against the machine “conoce a tu enemigo”. Y actúa en consecuencia